Los premios de la 19ª Bienal de Arquitectura de Venecia, bajo la curaduría de Carlo Ratti y con el lema “Intelligens. Natural. Artificial. Colectivo”, celebraron su ceremonia de premiación. El jurado —compuesto por Hans Ulrich Obrist, Paola Antonelli y Mpho Matsipa— otorgó el León de Oro a la mejor Participación Nacional al Reino de Baréin, gracias a la propuesta de Shaikh Khalifa bin Ahmed bin Abdullah Al Khalifa, Andrea Faraguna, Wafa Al Ghatam, Eman Ali, Alexander Puzrin y Mario Monotti.

Este pabellón ofrece una solución viable para enfrentar condiciones de calor extremo. Los diseñadores explican que “la arquitectura debe afrontar el doble desafío de la resiliencia ambiental y la sostenibilidad”. Su propuesta emplea métodos tradicionales de enfriamiento pasivo —típicos de la región— que evocan torres de viento y patios sombreados, pensados para espacios públicos o actividades al aire libre.

Menciones especiales como participación nacional

El jurado concedió una de las menciones especiales al pabellón de la Santa Sede, titulado Opera aperta. Inspirado en un libro de Umberto Eco de 1962, este pabellón invita al visitante a participar activamente en la producción de significado. Reconoce el valor del intercambio, la negociación y la reparación. El equipo revitalizó una iglesia desacralizada mediante un proceso de restauración en varios niveles, que convocó una amplia gama de habilidades y oficios. Tal como afirman sus autores, se trata de “una práctica viva de cuidado bueno y cuidado colectivo”. Marina Otero Verzier, Giovanna Zabotti, Tatiana Bilbao Estudio y MAIO Architects lideraron este proyecto.

El jurado también otorgó una mención especial al pabellón del Reino Unido, que desarrolló un diálogo con Kenia en torno a la reparación y la renovación. Esta propuesta revela cómo ciertas arquitecturas, definidas por la extracción, producen desigualdad y degradación ambiental. El jurado valoró el intento de imaginar nuevas relaciones entre la arquitectura y la geología. Además, destacó la iniciativa del programa Venice Fellowship, que fomentó el intercambio de conocimientos entre Venecia, Gran Bretaña y Kenia.

Los premios como el León de Oro a la mejor participación general fue para Canal Café, de Diller Scofidio + Renfro, Natural Systems Utilities, SODAI, Aaron Betsky y Davide Oldani. Esta instalación demuestra cómo Venecia puede convertirse en un laboratorio para imaginar nuevas formas de habitar el agua. Además, aporta valor al espacio público y fomenta futuras especulaciones sobre la laguna y contextos similares. El proyecto, que DS+R desarrolló a lo largo de casi 20 años, representa una línea de trabajo paralela rica en experimentación transdisciplinaria. El jurado reconoció su extraordinaria persistencia como ejemplo de cómo la Bienal puede trascender el evento para convertirse en un proceso continuo.

El León de Plata a la participación prometedora fue para Calculating Empires: A Genealogy of Technology and Power Since 1500, de Kate Crawford y Vladan Joler. Este trabajo visibiliza estructuras invisibles en el espacio y el tiempo, al mostrar cómo las infraestructuras digitales y sociales han evolucionado conjuntamente durante siglos. Hoy más que nunca, resulta esencial comprender los vínculos entre poder y tecnología: colonialismo, militarización, automatización y cercamiento. Su extraordinario diagrama visual ofrece una herramienta para entender el presente y construir futuros alternativos.

Otras Menciones especiales en los premios :

AAlternative Urbanism: The Self-Organized Markets of Lagos, de Tosin Oshinowo, ofrece una mirada detallada sobre mercados que procesan residuos industriales. El proyecto documenta prácticas prometedoras para futuras investigaciones sobre mercados africanos, resaltando su valor como modelos de innovación urbana.

Elephant Chapel, del arquitecto Boonserm Premthada, destacó por mostrar cómo construir estructuras duraderas de ladrillo utilizando biomateriales. Premthada emplea estiércol de elefante como sustituto de materiales industriales, logrando una arquitectura en comunión con su entorno. Su proyecto Elephant World, en una provincia tailandesa donde humanos y elefantes conviven desde hace siglos, celebra esa alianza histórica mientras preserva el contexto natural.

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